Mauricio Cuéllar tenía apenas seis años cuando la avalancha arrasó con Armero. Cuatro décadas después, siendo alcalde, conmemora la tragedia que cambió su vida y la historia del país.

A sus seis años, Mauricio Cuéllar corrió junto a su madre y su hermano intentando escapar del rugido del volcán Nevado del Ruiz. Vivían en el barrio Santander de Armero, cerca del matadero municipal.

“Mi mamá nos tomó de la mano, cerró la puerta y salimos a correr. Pero el lodo nos alcanzó”, recuerda.

Aquel 13 de noviembre de 1985, la avalancha sepultó al pueblo y a más de 25 mil personas. “El sonido era como el de mil volquetas botando piedra. Sentí el lodo subir por mis piernas hasta que todo se volvió oscuridad”, relata el hoy alcalde, quien sobrevivió junto a su madre, pero perdió a su hermano, uno de los tantos niños desaparecidos de la tragedia.

Entre el caos, Cuéllar recuerda tanto los gestos heroicos como los episodios más dolorosos: “Algunos ayudaban, pero otros aprovechaban para quitar anillos o cadenas a los cuerpos. También hubo amputaciones innecesarias por miedo a infecciones. Fue una tragedia dentro de otra”.

Cuarenta años después, desde la Alcaldía de Armero, Mauricio Cuéllar encarna la esperanza del pueblo que resiste. “Armero quiere volver a crecer. Era la ciudad más importante del Tolima después de Ibagué. Un día seremos la Pompeya de Latinoamérica y tendremos una historia mucho más grande”, asegura.

Hoy, mientras se conmemoran cuatro décadas de la tragedia, su voz representa la fuerza de quienes sobrevivieron no solo al desastre natural, sino también al olvido. Su propósito, dice, es uno solo: “convertir el dolor en memoria y la memoria en desarrollo”.