En el lanzamiento de la edición 51 del festival, Adriana Magali Matiz destacó su rol como espacio de unidad y celebración de las raíces, contrastando con la compleja realidad política y social del país.

Con un emotivo discurso en el Teatro Colón, la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, dio inicio oficial a la versión 51 del Festival Folclórico Colombiano. En su intervención, Matiz no solo resaltó la riqueza cultural del evento, sino que lo posicionó como un "gran festival de festivales" y un necesario punto de encuentro para el país en tiempos difíciles.

La mandataria departamental calificó esta edición como histórica por su programación, nivel artístico y diversidad, pero, sobre todo, por llegar en un momento crucial para Colombia. Subrayó la necesidad de que el país se reencuentre con aquello que lo une y lo hace fuerte: su cultura, sus tradiciones y la familia, en medio de un panorama marcado por escándalos de corrupción, disputas políticas sin sentido, desorganización institucional e inseguridad.

Matiz lamentó el deterioro del orden público y la gestión pública nacional, afirmando que desde el nivel central deberían llegar respuestas y guía, no silencios e improvisaciones. En este contexto, enfatizó el papel de las regiones, departamentos y municipios como pilares de sostenibilidad del país, demostrando que es posible gobernar con honestidad, eficiencia y compromiso.

La Gobernadora hizo un paralelismo histórico con la creación del festival por Don Adriano Tribín Piedrahíta en 1959, como un catalizador frente a la violencia política. Hoy, el festival emerge nuevamente como un bálsamo ante "peligrosas narrativas e irresponsables llamados a la lucha de clases".

Enfatizó que la única confrontación deseada es la disputa artística entre maestros y parejas de baile, a ritmo de coplas, guitarras y tamboras, celebrando la unidad por encima de las diferencias políticas, ejemplificada por la presencia de dirigentes de distintos partidos en el evento.

Finalmente, Adriana Magali Matiz hizo un llamado a la alegría y a la celebración de la cultura. Invitó a los colombianos a "gritar de alegría que vivan las fiestas", a "levantar el puño para agitar con emoción el rabo de gallo y el sombrero", y a "marchar y llenar la calle detrás de las carrozas, bailando sanjuaneros, currulados, joropos y cumbias", en lugar de caer en la vorágine de la política y el desasosiego.